La barba de Lalo le crecía de un modo sutil, pequeños bellos se perfilaban sobre su mandíbula de una forma sexi, que bien era la muerte de cualquier gay de la ciudad. Ese día Lalo decidió no rasurarse y se puso un jens ajustado con una camisa morada. Salió a la calle en busca del éxito de la noche. Eran las cinco de la tarde a penas y el destino de Lalo indicaba la casa de Juan Javier.
Ya instalado con su amigo, la conversación los llevo a recordar sus descueradas. Juan Javier se había enrolado con su vecino cuando ambos tenían apenas 17 años. La pubertad los llamo cuando jugaban baloncesto y entre roce y roce, un par de encestadas, la corriente sanguínea hizó su trabajo. El idilio entre siguió por un par de días, hasta que el vecino se fue para el seminario “Cayetano”.
-Que fuerte Juan Javier. Te descuerastes a un padre.
-No…nada que ver. No era todavía…
-Vez que por eso hay que ser sincero con la vida…y no hacer esas pendejadas para tapar el sol con un dedo.
La descuerada de Lalo fue mágica. Wilfredo, lo invito a tomar cervezas y cuando apenas iban por el segundo baso, Lalo se sintió mareado. Ambos salieron del lugar a las nueve de la noche y tomaron rumbos diferentes. En el camino, Lalo se encontró con Félix Pedro en su jit, un compañero de clase que tenía el cuerpo y la cara bien puesta.
-Hey Lalo, como estas?
-Divinamente como vos, Félix.
-Y qué? Damos una vuelta por las estrellas.
-Depende, si voy a regresar.
-Móntate y ya verás…
Esa noche, Lalo se dio cuenta que con una descuerada podría ser feliz…por que no le gusto sentirse invadido en el acto sexual. Al final, Lalo busco su descuerada y le encontró con Wilfredo…desde ese momento Lalo casi nunca ha vuelto a ser pasivo.
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