lunes, 25 de octubre de 2010

Techos de cristal

De Héctor Avellán, publicado por El Nuevo Diario el Martes 9 de Marzo de 2004

El pasado domingo 8 de febrero del presente año 2004, a las 7 de la noche, a través del Canal 2 de Televicentro de Nicaragua, en el programa La Tertulia, conducido por el lampiño y folclórico cronista deportivo Edgard Tijerino, se presentó el reportaje realizado por la joven comunicadora Milena García, La otra cara de la noche, sobre discotecas gay de Managua.
En todo el espectro periodístico que nos ofrecen los medios de comunicación en general, de lo que se informa sobre hombres y mujeres homosexuales en Nicaragua, este reportaje aborda de forma breve y respetuosa la apertura en el barrio Costa Rica de la primera disco gay en Managua, llamada Levistro, allá por el año 1990, bajo un contexto legal aún vigente que penaliza las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo.

Era entendible en un contexto post revolucionario y de post guerra, un espacio de encuentro para hombres homosexuales; con aquellos que regresaban de la guerra y otros que venían del exterior, estos últimos con nuevos aires en sus cabezas, aunque también es cierto que al abrirse las fronteras entró con mayor fuerza y sin control ni preparación de nuestra parte la epidemia del VIH a nuestro país.

Con muy leves e imperceptibles variaciones en su oferta: bebidas alcohólicas, música tecno, ligues, encuentros, de forma muy clandestina drogas y sexo casual; a lo largo de la década de los años 90 y a principios del nuevo siglo fueron abriendo y cerrando otros sitios similares, como Medianoche, cerca del Munich; Somos, frente al parque Las Palmas; Locos, que se localizaba de Montoya 1 cuadra al lago y 1 cuadra abajo; luego Versace, del finado Danilo Areas, que se encontraba frente a lo que fue el cine Dorado; después Tabú, que se encuentra del busto de José Martí 1 cuadra arriba y 1 cuadra al lago; y más recientemente Galanes, en Ciudad Jardín.

Aunque fue muy positivo y alentador disfrutar en un medio nacional de un enfoque tan respetuoso, el tiempo en TV no es suficiente para mostrar lo que significan las discotecas para homosexuales y lesbianas que carecemos de espacios educativos o de encuentro no mediados por el alcohol y el sexo.

Las discos son espacios frecuentados esencialmente por hombres homosexuales, las mujeres lesbianas no tienen espacios propios, a pesar de que generalmente han sido dueñas y administradoras de los locales.

La gente en general se comporta de forma distinta por las noches, y en las discos hay cabida para todo tipo de personas, intenciones y motivaciones, recordemos el caso de Denis O´neal, un hombre homosexual, asesinado por un joven al que había conocido en una de las discos de Managua.

En las discos existen grupos, rivalidades, chismes, pleitos y cada uno trata de integrarse, de formar parte de algún grupo en el zoológico de cristal que es una discoteca gay.

Los taxistas forman un grupo anexo a las discos, se estacionan en las afueras en espera de pasajeros porque consideran que los gay somos generosos y justos en el pago por los servicios adquiridos, pero se ubican desde su posición de poder como hombres heterosexuales a la hora del trato. Los meseros, en su mayoría hombres heterosexuales, suelen prostituirse. En las afueras de las discos es común ver a hombres jóvenes que cuidan carros y además se prostituyen, con todos los riesgos que implica contratar sus servicios.

Para muchos homosexuales las discos representan una etapa en la vida, ese primer encuentro con un grupo o colectivo de personas en igual condición de marginación y estigma. Pero como dice la maestra feminista Marcela Lagarde, citando a Mabel Burín, pronto nos encontramos con techos de cristal que impiden escalar a otros espacios, pisos pegajosos que nos retienen. Y que hacen más arduo el camino para acceder al conocimiento sobre la propia condición.

A pesar de existir un marco legal de discriminación en la Constitución de la República, los organismos que justifican sus presupuestos con homosexuales como grupos meta, no trabajan ni hacen nada en ese sentido, y parece que la Ley 204 les sirve para justificar su trabajo con este grupo oprimido.

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